Esta mañana mi nieto Rolandito, el único que tengo hasta el momento, salió muy orondo con su madre hacia el círculo infantil donde cursa el sexto año de vida, o lo que es lo mismo el preescolar, pues hoy vestiría su ropa de la banda musical -en la que toca un tambor- y harían una actividad por el aniversario de los Círculos Infantiles.
En Cuba miles de pequeños, hijos de madres trabajadoras, y ahora también extensivo a los de aquellas mujeres que ejercen el trabajo por cuenta propia, son matrícula de esas instituciones en las que permanecen hasta ingresar al primer grado de la enseñanza primaria.
Cuando yo era niño –allá por la década de los 50 del pasado siglo y antes del triunfo revolucionario de 1959- aquí en Bayamo, ciudad al oriente del país y con una rica historia, solo existía un centro parecido a los círculos infantiles: La Creche, hoy funcionan varios y con una cantidad numerosa de niños.
Yo fui un afortunado al poder asistir a aquella institución, pues aunque trataban a los niños con amor y dedicación, los objetivos de su creación y funcionamiento eran muy diferentes a los de ahora, a La Creche accedíamos -según me contó mi padre ya fallecido- unos poquitos muchachos hijos de la gente más pobre de la localidad a cambio de los votos por el politiquero de turno y a los 7 años de edad te sacaban de allí sin importarles si entrarías o no a una escuela Primaria.
Este 10 de abril los Círculos Infantiles, creados por el líder histórico de la Revolución Fidel Castro Ruz, y de los que existen más de mil en todo el territorio nacional, arribaron a su 52 cumpleaños, dándoles amor a nuestra niñez, formándola y educándola en sus primeros años de vida y beneficiando a gran cantidad de madres para que puedan realizar su labor en el sector estatal y más reciente en el no estatal al ampliarse esa vía de empleo como parte de la actualización del modelo económico cubano.
Por todo esto Rolandito y sus compañeritos están felices hoy; sus padres, madres y abuelos, también.
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