domingo, 7 de octubre de 2012

El eterno viajero


   No sé por qué siempre he comparado al periódico La Demajagua como un viajero singular, será porque para su nacimiento hubo que viajar  también en su desarrollo muchas veces se necesitó el traslado a otros lugares para hacer realidad la impresión y en la actualidad él se mantiene en la carretera, y más aún, por el mundo.
   Cuando surgió en el año 1977 por imperativos de la creación de la nueva provincia Granma, la edición se llevó al Sierra Maestra, de Santiago de Cuba, para que allí se imprimiera pues aquí la maquinaria del taller no estaba lista.
   Es válido recordar que aquella edición del 10 de octubre, coincidía con la celebración de la asamblea provincial del Partido en este territorio y contenía el Informe de balance a esa cita.
   Con el encargo de que se cumpliera la tarea de que el periódico estuviera ese día temprano en manos de los delegados al evento partidista, fueron con el material para su impresión a la capital santiaguera José Ramón Morales, quien a la sazón fungía como subdirector de La Demajagua, con él también fue otro periodista, Ramón Ávalos Wert, ambos tiempo después pasarían a desempeñarse en la Agencia de Información Nacional.
   Ese primer número se imprimió en Santiago de Cuba y ya en horas de la madrugada estaba en Bayamo; Morales les daría la buena nueva a las principales autoridades del Partido y situaría un ejemplar del “bebé viajero” en cada butaca del teatro del Partido para los delegados a la asamblea que allí sesionaba.
   Durante esos primeros años y los posteriores muchas fueron las ocasiones que por diversos inconvenientes en el taller de La Demajagua, ya fuera con la realización de los fotograbados, en la matrización u otras roturas en máquinas, obligaba a los impresores a ir en horas de la noche a Santiago de Cuba, Holguín o Las Tunas para que en la mañana siguiente el órgano informativo estuviera en manos de los lectores.
   Más tarde, allá por el año 2000, ya convertido en semanario y con el comienzo de otra etapa en la vida de este rotativo, con la entrada de las computadoras para su realización y por consiguiente tener que cambiar de la impresión directa a la offset, y no contar con esta última en los talleres del Poligráfico bayamés, se impone realizarla en la fábrica de periódicos José Miró Argenter, de Holguín.
   Con las computadoras para la edición, realización y diseño, comenzó en La Demajagua una nueva era de viajes, pues las páginas, que “viajaban” a través del correo electrónico, primero caerían a un “nodo” en la capital del país para luego retornar a Holguín.
   Luego se obvió el correo electrónico y se instaló un programa para la transmisión de datos en forma directa entre nuestra Redacción y los compañeros del Argenter en Holguín, sistema que aún se mantiene cada viernes en horas de la tarde-noche cuando cierra el periódico.
   Ahí no termina el andar, pues, con la creación de las páginas web, ya La Demajagua lleva más de 10 años en el ciberespacio, con lo que puede ser visto diariamente y a cualquier hora en todos los lugares del mundo con acceso a internet a través de la dirección electrónica www.lademajagua.co.cu.
Sin dudas, este periódico granmense que ahora cumple sus primeros 35 años de vida, seguirá por mucho tiempo como el eterno viajero que es, para llevar el mensaje fresco y veraz al público lector.

El Sierra Maestra: madre y padre

  Siempre he considerado al rotativo Sierra Maestra, de Santiago de Cuba, como madre y padre de nuestro periódico La Demajagua que ahora está cumpliendo 35 años de permanencia junto a los lectores de la provincia de Granma, por eso y todo lo que del órgano santiaguero recibimos, es válido en esta fecha de celebración el reconocimiento a ese colectivo.
  En el año 1976 el “Sierra” nos sirvió de escuela a un pequeño grupo de compañeras y compañeros que fuimos allí a entrenarnos en cómo se hacía un periódico diario, recordemos que en ese momento Oriente se había multiplicado en cinco provincias y los territorios que no contaban con el diario, entre estos el nuestro, tendrían que crear las condiciones para ese fin.
  Luego nos cedería personal calificado, entre estos a uno de sus subdirectores, José Fernández Vega, quien sería el primer director del ente noticioso que se formaba, y corresponsales de aquel como Reynerio Suárez, Pedro Mora Estrada, Ángela Valdés, Ramón Sánchez Parra, engrosarían nuestras filas.
  De la tierra caliente también vendrían Fidel Fuentes Fabat (el Filly) y Luis Mourlot Lora, quienes se aplatanarían en Bayamo, el primero en el fotograbado, labor que todavía desempeña, y el segundo, alma y corazón del equipo de máquinas, desaparecido físicamente y que dejara honda huella entre sus compañeros.
  Para el taller se trajo de allí la máquina rotativa, que estaba parada por haber montado una nueva, pieza clave para un diario y con lo cual ya se dice mucho del aporte dado por el órgano informativo santiaguero.
  Señalemos, además, que el profesor Dilú, formatista del Sierra... con gran saber, experiencia y dominio del oficio, brindó sus conocimientos en diseño y formato y en ocasiones viajó hasta nuestra instalación, ejemplo cuando se cambió el formato de sábano por el de tabloide, para asesorar a nuestros compañeros Juan Rodríguez Licea y Miguel Güell Polanco, a la sazón encargados de esa tarea.
  Aquel diario que en esos años de la década de los 70 del pasado siglo circulaba para toda la región oriental, publicaba una página semanalmente dedicada al territorio granmense mientras aquí se alistaba el local para la redacción y taller, en sus inicios en la calle Martí número 70, y se localizaba el personal que formaría su plantilla.
  También, como ya hemos dicho en otra ocasión, correspondería a los talleres del “Sierra”, hoy convertido en semanario al igual que todos los periódicos provinciales, la honrosa misión de realizar la impresión del primer número del diario La Demajagua que nacía aquel 10 de octubre de 1977.
  Por todo ello, cuando cumplimos siete lustros de duro bregar en pos de la información pública, no podemos pasar por alto lo que nos une al órgano informativo de la siempre heroica Santiago de Cuba y enviar nuestro agradecimiento a los colegas de aquellos años y al actual colectivo laboral, pues su ayuda fue vital para llevar a buen fin nuestra misión.

 

 

Ellos dejaron su impronta


  En estos 35 años de vida del periódico La Demajagua muchas son las personas que han pasado por él, algunos con una más larga estadía otros con menos, unos aún siguen enganchados al carro de la vida otros ya no están entre los vivos, pero todos en mayor o menor medida han dejado su impronta en el órgano informativo impreso de la provincia de Granma.
  Quiero referirme en estas líneas no a todos por supuesto, pues sería un tanto difícil, pero sí a unos pocos que con su singularidad marcaron diferentes momentos y matizaron el quehacer del colectivo.
  De los tiempos del montaje de equipos para el taller en nuestra primera sede siempre se menciona a Felo Jorge, hombre capaz que llegó hasta probar el funcionamiento de los motores de la rotativa, mientras a la par “mecaniqueaba” en el portal del inmueble el motor de su auto particular, de esto último lo oí expresar con júbilo “ya me está haciendo 20 kilómetros por litro”. Por desgracia un infarto se lo llevó sin que viera esas dos obras terminadas.
  Sin embargo, uno del cual creo nunca se ha dicho nada, es Ramiro Puig, tremendo por su ingenio y que llegara a presidir la Asociación de Innovadores y Racionalizadores (ANIR) en la provincia, quien ante la renuncia del ingeniero encargado de las tareas se irguió como roble e hizo toda la instalación eléctrica. Puig es la misma persona que salía corriendo del local y paraba a cualquier amistad que pasara en carro por la céntrica calle Martí, en Bayamo, para saludarla y de paso “picarle” el consabido cigarro.
  En esos años iniciales para conformar la plantilla del medio hubo que recurrir hasta algunos corresponsales voluntarios, de estos, recuerdo a Walter Tamayo; vino de la entonces fábrica Sakenaf II, hoy Texoro, y estuvo algún tiempo en la Redacción. Cuando aquello era un muchachón espigado, que por su estatura sería bautizado con un mote de “altura” en el sentido estricto de la palabra.
  Otro que se trajo de Mabay fue a Fernando Ravelo, quien trabajaba en el central Arquímedes Colina, de aquella localidad, y que por años en la emulación de la Unión de Periodistas de Cuba (UPEC) se había destacado como el corresponsal más productivo por la cantidad de notas enviadas a los diferentes medios informativos. Ravelo se desempeñó por varios años como fotógrafo del periódico.
  Cuando la parte editorial y talleres respondían a una sola dirección y hasta un poco después, recuerdo de estos últimos a Alcides Infante (el Hierro) –fotograbador como Fidel Fuentes-, impulsor por excelencia, atraía a los demás hacia  cuanta tarea había que acometer, a la vez, con su proverbial jocosidad era capaz de amenizar cualquier actividad que se desarrollase en el centro.
  El linotipista “Habana”, su verdadero nombre no lo recuerdan ninguno de sus antiguos compañeros consultados, tenía tan arraigada su condición de tipógrafo que cuando veía en los originales mecanografiados alguna palabra que para él estaba mal escrita, con falta de ortografía o de concordancia u otro error que considerase, antes de “parar” el texto en plomo iba a la Redacción y expresaba su opinión muchas veces válida y que evitaba un doble trabajo y lo peor que se publicara un error.
  Ya he dicho en otra ocasión que La Demajagua inició con personal formado empíricamente en los trajines periodísticos, ahora refiero que los primeros licenciados en Periodismo que recibió de la Universidad de Oriente fueron Martha Gómez Ferrals y Martín Corona Jerez.
   La primera estuvo en la Redacción aportando sus vastos conocimientos, luego marcharía a la capital del país donde aún se mantiene. Martín trabajaría un buen tiempo como Jefe de Redacción del periódico, más tarde pasó a director de la radio en Granma y actualmente es corresponsal jefe de la Agencia de Información de Nacional (AIN) en la provincia.
  Un golpe duro para el periódico ocurrió en julio de 1991 cuando perdió en trágico accidente del tránsito a dos prometedores periodistas: Dania Casalí Ramírez y David Chacón Rivas, ambos en plena juventud.
  Dania, ya licenciada en Periodismo, atendía la parte cultural; era insufrible en los horarios de cierre del periódico, todos nos impacientábamos si teníamos que esperar por algún material de ella, pero despuntaba por encima de los demás periodistas en el columnismo, en el cual nuestro diario ya empezaba a insertarse en esa forma de hacer, con muy buenos trabajos de opinión que publicó antes de fallecer.
  David era sumamente metódico, anotaba cada cosa que tenía que hacer en el día e iba tachándolas en la medida que las cumplía. Fue secretario de la sección sindical y como reportero atendía el sector de la construcción. Decía que no sabía escribir una crónica, no obstante su vida quedaría como una de ellas.
  En memoria de ambos colegas y hecho por sus compañeros, se erige un pequeño promontorio de piedra al frente del edificio que ocupamos, ante el cual nos reunimos asiduamente para iniciar o convocar importantes eventos relacio-nados con la prensa.
  Querido por unos y mal llevado por otros, en fin, un personaje controvertido que en su infancia, antes de enero de 1959, sufrió los rigores de la poliomielitis –terrible enfermedad erradicada luego por las campañas de vacunación- que le dejaron como secuela su deformación corporal, fue en vida Ibrahim Verdecia Guevara. De los fundadores que vinieron del boletín Combatientes del Cauto era el de más experiencia. La actividad agrícola fue su fuerte y la cubrió con gran sentido crítico.
  Gilfredo Ortiz Chávez fue por largos años, hasta su jubilación, el hombre de “la dulce gramínea”, era el cañero por excelencia que vivía recorriendo los cañaverales y centrales azucareros para reflejar cotidianamente la actividad en las páginas de este rotativo. Antes de enrumbar en el periodismo había sido bodeguero allá en La Martí, primera cooperativa agrícola fundada al triunfo revolucionario por el líder de la Revolución Fidel Castro, en la zona de Yara.
  Sin querer convertir estas líneas en un Obituario, no obstante entre los directores: José Fernández Vega, Bartolomé Martí Pons, Pedro Mora Estrada y Luis Carlos Frómeta, me referiré al occiso Martí Pons.
  Fue el segundo en comandar el órgano informativo. Venía de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR), de ahí quizás en algunos momentos sus métodos de ordeno y mando. Le gustaba revisar hasta la saciedad cada cosa que se fuera a publicar, textos, fotos; al cierre a las 11:00 pm escogía del telex las noticias internacionales. Cuando se cambió el formato a tabloide quiso usar hasta los espacios en blanco entre páginas y laterales para publicar noticias, en un afán de dar más información a la población.
  Muchos nombres de compañeras y compañeros que pasaron por este medio aquí no aparecen, no es el objetivo de este trabajo recogerlos todos y sí una parte con la que se pudiera honrar a todos los demás; por eso, en este año de aniversario cerrado –como se acostumbra a decir- vaya a los que aún siguen vivos y a los familiares de los ya idos, el eterno agradecimiento del actual colectivo de La Demajagua.   

 

 

   

 

 

 

LA DEMAJAGUA: ANIVERSARIO 35


 

MIS AÑOS EN EL PERIÓDICO
 Al acercarnos al aniversario 35 del periódico La Demajagua a celebrarse el 10 de octubre de este 2012, órgano del cual soy fundador aunque hace casi  un año me acogí a la jubilación, quiero compartir con los lectores algunos recuerdos de mi estadía allí, sin la intención de  hablar sobre mí y mucho menos recoger la historia del ahora semanario, pues lo primero sería inmodesto y para lo segundo se necesitarían unas cuantas cuartillas y aun así quedarían muchas cosas en el tintero.
  Sin embargo, como reza en el título, trataré de ceñirme a esa arista teniendo en cuenta que dediqué 34 de los casi 39 años de ejercicio del periodismo al trabajo en ese medio de prensa.

 En los inicios mi labor era la que hoy llamamos redactor-reportero, luego la atención a los corresponsales voluntarios y la sección El pueblo opina, más tarde en el departamento de Redacción y por último en la jefatura de Información.

 Cada una de esas tareas tiene su encanto como diría alguien, ya que con el trabajo reporteril estas en contacto con las fuentes de información, con la gente en los diversos sectores y te mueves más por los lugares del territorio en busca del acontecer noticioso para reflejarlo en las páginas del órgano.
  Compartir con los corresponsales voluntarios fue muy gratificante ya que el periódico por muchos años mantuvo una atención esmerada a ese movimiento más si tenemos en cuenta que cuando La Demajagua surge como diario para la provincia de Granma, los profesionales del periodismo en esta zona éramos muy pocos y casi todos formados empíricamente que luego hicimos estudios universitarios de la carrera a través de cursos por encuentros para trabajadores.

 Así los corresponsales voluntarios (CV) fueron de vital importancia pues suplían el déficit de periodistas y nutrían al diario con notas de los distintos municipios de la provincia. Muchos de ellos no abandonaron la senda emprendida y se formaron en el periodismo y desde hace tiempo los oímos por la radio como profesionales de la noticia: Belquis García, en Río Cauto; Rafael Arias Piñeiro, Yara; Edy Martínez, Guisa; Luis Marino Rosales y Esteban Rivero Fajardo, ambos de Jiguaní, entre otros.
  Por su parte la sección El pueblo opina vino a ser un vínculo eficaz con los lectores y durante el tiempo que se publicó se les dio tratamiento a gran cantidad de cartas con los más disímiles planteamientos y también  las respuestas a esos señalamientos, siendo muy punzantes las Notas de la Redacción agregadas al final cuando se entendía que esa repuesta era una evasiva del organismo implicado.

 Del trabajo en el Departamento de Redacción, un tanto anónimo, con diseñadores y correctores de prensa en la realización de las páginas y revisión de los materiales periodísticos, me quedó  una gran manía y es la de leer cada texto buscando errores del lenguaje o del contenido y erratas tipográficas escapadas que a todos nos dolían como propias.
  La jefatura de Información me brindó la posibilidad de desarrollar más ideas, concebir el periódico como un todo y aunque centrado en el correspondiente a la semana, estar pensando en los trabajos y temas a abordar en el siguiente y otros números para lo cual es imprescindible para el Jefe de Información contar con un buen “colchón” de materiales en los diferentes géneros.

 No obstante el tiempo transcurrido en LD hay dos momentos singulares en los que no estuve presente. El uno cuando sale por primera vez el diario el 10 de octubre de 1977, por encontrarme cumpliendo misión como combatiente internacionalista en Angola, la cual culminé a mediados de 1979.
  El segundo, el 20 de diciembre de 1986, cuando Fidel inaugura el poligráfico José Joaquín Palma, en Bayamo, instalación construida principalmente para la edición e impresión del periódico granmense y en la cual ya funcionábamos desde el año anterior. En esa memorable visita del Líder de la Revolución cubana me restablecía de un accidente.

 Ahora al repasar estos 35 años -que representan más de la mitad de mi edad- sigo manteniendo el orgullo de haber pertenecido a este honroso colectivo de la prensa escrita en esta provincia de Granma y para el cual es válido el homenaje en su aniversario por su constancia en el reflejo a través de sus páginas de todo lo que acontece en este territorio oriental.