domingo, 7 de octubre de 2012

Ellos dejaron su impronta


  En estos 35 años de vida del periódico La Demajagua muchas son las personas que han pasado por él, algunos con una más larga estadía otros con menos, unos aún siguen enganchados al carro de la vida otros ya no están entre los vivos, pero todos en mayor o menor medida han dejado su impronta en el órgano informativo impreso de la provincia de Granma.
  Quiero referirme en estas líneas no a todos por supuesto, pues sería un tanto difícil, pero sí a unos pocos que con su singularidad marcaron diferentes momentos y matizaron el quehacer del colectivo.
  De los tiempos del montaje de equipos para el taller en nuestra primera sede siempre se menciona a Felo Jorge, hombre capaz que llegó hasta probar el funcionamiento de los motores de la rotativa, mientras a la par “mecaniqueaba” en el portal del inmueble el motor de su auto particular, de esto último lo oí expresar con júbilo “ya me está haciendo 20 kilómetros por litro”. Por desgracia un infarto se lo llevó sin que viera esas dos obras terminadas.
  Sin embargo, uno del cual creo nunca se ha dicho nada, es Ramiro Puig, tremendo por su ingenio y que llegara a presidir la Asociación de Innovadores y Racionalizadores (ANIR) en la provincia, quien ante la renuncia del ingeniero encargado de las tareas se irguió como roble e hizo toda la instalación eléctrica. Puig es la misma persona que salía corriendo del local y paraba a cualquier amistad que pasara en carro por la céntrica calle Martí, en Bayamo, para saludarla y de paso “picarle” el consabido cigarro.
  En esos años iniciales para conformar la plantilla del medio hubo que recurrir hasta algunos corresponsales voluntarios, de estos, recuerdo a Walter Tamayo; vino de la entonces fábrica Sakenaf II, hoy Texoro, y estuvo algún tiempo en la Redacción. Cuando aquello era un muchachón espigado, que por su estatura sería bautizado con un mote de “altura” en el sentido estricto de la palabra.
  Otro que se trajo de Mabay fue a Fernando Ravelo, quien trabajaba en el central Arquímedes Colina, de aquella localidad, y que por años en la emulación de la Unión de Periodistas de Cuba (UPEC) se había destacado como el corresponsal más productivo por la cantidad de notas enviadas a los diferentes medios informativos. Ravelo se desempeñó por varios años como fotógrafo del periódico.
  Cuando la parte editorial y talleres respondían a una sola dirección y hasta un poco después, recuerdo de estos últimos a Alcides Infante (el Hierro) –fotograbador como Fidel Fuentes-, impulsor por excelencia, atraía a los demás hacia  cuanta tarea había que acometer, a la vez, con su proverbial jocosidad era capaz de amenizar cualquier actividad que se desarrollase en el centro.
  El linotipista “Habana”, su verdadero nombre no lo recuerdan ninguno de sus antiguos compañeros consultados, tenía tan arraigada su condición de tipógrafo que cuando veía en los originales mecanografiados alguna palabra que para él estaba mal escrita, con falta de ortografía o de concordancia u otro error que considerase, antes de “parar” el texto en plomo iba a la Redacción y expresaba su opinión muchas veces válida y que evitaba un doble trabajo y lo peor que se publicara un error.
  Ya he dicho en otra ocasión que La Demajagua inició con personal formado empíricamente en los trajines periodísticos, ahora refiero que los primeros licenciados en Periodismo que recibió de la Universidad de Oriente fueron Martha Gómez Ferrals y Martín Corona Jerez.
   La primera estuvo en la Redacción aportando sus vastos conocimientos, luego marcharía a la capital del país donde aún se mantiene. Martín trabajaría un buen tiempo como Jefe de Redacción del periódico, más tarde pasó a director de la radio en Granma y actualmente es corresponsal jefe de la Agencia de Información de Nacional (AIN) en la provincia.
  Un golpe duro para el periódico ocurrió en julio de 1991 cuando perdió en trágico accidente del tránsito a dos prometedores periodistas: Dania Casalí Ramírez y David Chacón Rivas, ambos en plena juventud.
  Dania, ya licenciada en Periodismo, atendía la parte cultural; era insufrible en los horarios de cierre del periódico, todos nos impacientábamos si teníamos que esperar por algún material de ella, pero despuntaba por encima de los demás periodistas en el columnismo, en el cual nuestro diario ya empezaba a insertarse en esa forma de hacer, con muy buenos trabajos de opinión que publicó antes de fallecer.
  David era sumamente metódico, anotaba cada cosa que tenía que hacer en el día e iba tachándolas en la medida que las cumplía. Fue secretario de la sección sindical y como reportero atendía el sector de la construcción. Decía que no sabía escribir una crónica, no obstante su vida quedaría como una de ellas.
  En memoria de ambos colegas y hecho por sus compañeros, se erige un pequeño promontorio de piedra al frente del edificio que ocupamos, ante el cual nos reunimos asiduamente para iniciar o convocar importantes eventos relacio-nados con la prensa.
  Querido por unos y mal llevado por otros, en fin, un personaje controvertido que en su infancia, antes de enero de 1959, sufrió los rigores de la poliomielitis –terrible enfermedad erradicada luego por las campañas de vacunación- que le dejaron como secuela su deformación corporal, fue en vida Ibrahim Verdecia Guevara. De los fundadores que vinieron del boletín Combatientes del Cauto era el de más experiencia. La actividad agrícola fue su fuerte y la cubrió con gran sentido crítico.
  Gilfredo Ortiz Chávez fue por largos años, hasta su jubilación, el hombre de “la dulce gramínea”, era el cañero por excelencia que vivía recorriendo los cañaverales y centrales azucareros para reflejar cotidianamente la actividad en las páginas de este rotativo. Antes de enrumbar en el periodismo había sido bodeguero allá en La Martí, primera cooperativa agrícola fundada al triunfo revolucionario por el líder de la Revolución Fidel Castro, en la zona de Yara.
  Sin querer convertir estas líneas en un Obituario, no obstante entre los directores: José Fernández Vega, Bartolomé Martí Pons, Pedro Mora Estrada y Luis Carlos Frómeta, me referiré al occiso Martí Pons.
  Fue el segundo en comandar el órgano informativo. Venía de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR), de ahí quizás en algunos momentos sus métodos de ordeno y mando. Le gustaba revisar hasta la saciedad cada cosa que se fuera a publicar, textos, fotos; al cierre a las 11:00 pm escogía del telex las noticias internacionales. Cuando se cambió el formato a tabloide quiso usar hasta los espacios en blanco entre páginas y laterales para publicar noticias, en un afán de dar más información a la población.
  Muchos nombres de compañeras y compañeros que pasaron por este medio aquí no aparecen, no es el objetivo de este trabajo recogerlos todos y sí una parte con la que se pudiera honrar a todos los demás; por eso, en este año de aniversario cerrado –como se acostumbra a decir- vaya a los que aún siguen vivos y a los familiares de los ya idos, el eterno agradecimiento del actual colectivo de La Demajagua.   

 

 

   

 

 

 

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